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Nómadas del aprendizaje

Leo en Cinco Días que el informe anual de la empresa Infojobs, donde analizan los perfiles de de los más de dos millones de vacantes laborales que gestionan en cada ejercicio, subraya que algo más del 1% de las ofertas corresponden a puestos de trabajo que no existían hace ocho años: desarrolladores web, programadores app de móvil, desarrolladores de soluciones big data, especialistas en ciberseguridad, especialistas en software ‘agile/scrum’, computación en cloud, especialista en UX (diseño de experiencia de usuario) y robótica.

Supongo que al lector medio le sucederá como a mí: no solo desconozco a qué se dedican estos técnicos, sino que en la mitad de los casos ni siquiera llego a sospechar qué pueden significar los neologismos que los nombran. Sin embargo, se trata de profesionales cada vez más demandados por las empresas, las cuales están solicitando un creciente número de soluciones propias y específicas. La adaptabilidad al entorno fluido parece ser una de sus características, añadida a una hiperespecialización dentro del amplio mundo de la informática y las comunicaciones, donde se ofertan anualmente uno de cada seis nuevos puestos de trabajo, según el mismo estudio de Infojobs.

Para los que nos hemos formado en un ambiente más estable pero que tenemos la obligación vocacional de educar a las nuevas generaciones, ambos términos – adaptabilidad e hiperespecialización – nos resultan algo antagónicos. Sin embargo, son requerimientos no de un futuro imaginable, sino del rabioso presente. Y, por lo que se desprende de la evolución reciente, con un requerimiento exponencialmente creciente.

Los nuevos profesionales, que deberán adaptarse a un mercado laboral que les va a pedir que se hiperespecialicen sucesivamente en diferentes campos de la actividad, serán con toda probabilidad nómadas del aprendizaje. Siendo así, no les va a bastar con haber recibido una formación conceptual y técnica adecuada para acceder por cuenta propia a nuevos campos de aprendizaje y desarrollo profesional, sino que necesitarán haberse acostumbrado a enfrentarse a demandas cambiantes. De lo contrario, podría sucederles lo que amargamente augura ese moto que popularizó Benedetti: “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”.

Como nada se improvisa y como los tiempos de dominio de las habilidades suelen ser mayores que los requeridos por los conceptos, bien estaría que nos tomásemos los docentes en serio habituar a nuestros alumnos a enfrentarse a demandas cambiantes, ¿verdad? Mas, como nadie es maestro de lo que ignora, salvo que se crea Ciruela, pienso que más nos vale aplicarnos a nosotros mismos la demanda para enseñar después dando ejemplo.

¿Cómo podemos desde nuestra condición cotidiana aprestarnos a ser nómadas del conocimiento? Sacando del baúl lo viejo y lo nuevo. Así, por ejemplo…

  • Promoviendo entre nosotros y entre nuestros pupilos la esperanza y el deseo. Esperanza de saber que es posible formarnos y formar en enfrentar nuevos retos. Deseo de hacerlo con rigor técnico. Como bien se sabe en el mundo formativo empresarial, existen técnicas para reflexionar sobre cómo plantearse el abordaje de problemas nuevos y cómo encarar retos hasta ahora desconocidos. Una vía de formación y trabajo docente debería ser conocer algunos instrumentos de análisis estratégico y recursos de abordaje sistemático de problemas.
  • Provocar la necesidad y el compromiso con la investigación personal/grupal, el contraste, la innovación y la evaluación. Hoy no resulta concebible que se pueda plantear una programación docente en la que todo esté predefinido y pre-estructurado. Los directivos deben acuciar, incluso exigir, que existan experiencias de trabajo docente y en el aula donde se arriesgue y se evalúe lo sucedido. Tan formativo es el éxito como en error si se analizan sus causas y se valora el esfuerzo realizado de forma adecuada. Como decía Edison de sus mil intentos fallidos antes del suceso de la bombilla, todos ellos demostraron mil formas en que no era posible lograr tan magnífico invento. Formar en la tenacidad y resiliencia forma parte del deber ético docente; no se hace sobre el papel ni se aprende con lecciones magistrales.
  • Emocionar haciendo pensar. Tan verdad es que sólo se aprende lo que se ama como que sólo se ama lo que se hace propio. Ámase lo que se amasa, así es. Hoy más que nunca esto es posible, porque los datos están en formatos variados al alcance de un click. Hay que hacer que nuestros docentes y alumnos disfruten preguntándose e indagando. No hay temas baladíes, aunque los haya (pocos) que son esenciales. Y para pensar basta plantear preguntas adecuadas: actuales/actualizables, que afecten, de solución abierta, etc.
  • Buscar aliados y comunicarse con ellos. Entre las nuevas demandas profesionales, más bien ocultas por eso de la competencia, está la capacidad para trabajar en red, usar recursos múltiples y compartir lo que se hace y se descubre. Los aliados deben ser personales y tecnológicos. Pero, del mismo modo que lo virtual es de facto tan real como lo físico (bien lo saben los jóvenes), se ha de perseguir que lo presencial, cercano y relacional no se vea sepultado bajo el peso de la pretendida inmediatez técnica.
  • Por último, arraigando lo que se aprende en el entorno más cercano y dejándolo crecer en él. Una de los mayores déficits de la educación de los últimos años en nuestro país ha sido su gran falta de conexión con la realidad circundante y su pretensión de convertirse en un saber atemporal y enciclopédico. Una formación así planteada aleja a docentes y alumnos del necesario entrenamiento para conocer el entorno, algo que será imprescindible en un futuro que va a demandar adaptación a las condiciones locales.

A mi juicio, las escuelas y otros lugares formativos que tengan esta capacidad de enfocarse hacia el desarrollo de estas habilidades, más allá de modas sobre unas u otras técnicas o recursos para conseguirlo, no solo cumplirán con el objetivo que socialmente les está encomendado en este momento, sino que serán los que acaben por dejar una impronta real y eficaz en sus formandos. Serán relevantes al formar para la vida.

Saunier Ortiz. Titulado en Ciencias Físicas y Teología, trabaja en las Escuelas Pías de Aluche, donde intenta con sus alumnos preguntar, indagar y dar respuestas reflexivas.